Es un enfoque de intervención teórico-práctico creado y desarrollado por la terapeuta ocupacional y neurocientifica, Jean Ayres. Se basa en la idea fundamental de la capacidad del cerebro para procesar, organizar y utilizar la información procedente del entorno y del propio cuerpo y cómo influye directamente en el comportamiento y la participación diaria de los niños.
¿Qué es la Integración Sensorial?
El proceso neurológico que permite al cerebro recibir, interpretar y responder de manera adecuada a la información sensorial proveniente del cuerpo y del entorno. Los encargados de recibir la información son sistemas sensoriales: vista, oído, olfato, gusto, tacto, propioceptivo, vestibular e interoceptivo.
¿Cómo aprende el cerebro a procesar toda la información?
El aprendizaje, desde el punto de vista del sistema nervioso central, se produce gracias a las experiencias que tenemos en el día a día y en cómo aprendemos de ellas. Cuantas más experiencias tengamos, mejor será nuestra participación. Por ejemplo, los bebés desarrollan la audición en el útero materno, pero otros sentidos como la visión se van desarrollando a medida que crecen, tras numerosas exposiciones a diferentes situaciones, aprendemos a medir las distancia a la que se encuentra un objeto. Otro ejemplo es el control y movimiento de su propio cuerpo. Antes de caminar, los bebés aprenden a llevarse sus pies y manos a la boca, sostenerse de pie con apoyo y luego aprenden a dar pequeños y torpes pasos hasta que son capaces de deambular sin apoyos. De la misma forma, aprenden a mover su cuerpo para alcanzar un objeto que está a determinada distancia, al principio se caerán o no llegarán a él, pero finalmente tras el aprendizaje sensoriomotor sabrán exactamente cómo moverse.
El desarrollo de la integracion sensorial, por tanto, se inicia durante el desarrollo fetal y llega a su madurez sobre los 10-12 años, aproximadamente. Pero podemos seguir aprendiendo y mejorando nuestras habilidades toda la vida.
¿Quién puede presentar estas dificultades?
Todos los niños, con y sin diagnostico clínico pueden presentar dificultades en el procesamiento sensorial. La prevalencia de este trastorno aumenta en niños con diagnóstico de autismo, aunque se estima que un 70% de los problemas de aprendizaje y de comportamiento en los niños tienen su origen en un pobre procesamiento sensorial.
¿Cómo se detectan?
Las dificultades en el procesamiento sensorial se pueden dividir en dos grandes áreas:
– La reactividad sensorial se refiere a la manera en que una persona responde a estímulos procedentes del entorno. Cada individuo tiene su propio umbral sensorial, lo que significa que la cantidad y la intensidad de los estímulos que se puede tolerar varía de una persona a otra.
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- Hiporreactividad: Se refiere a una respuesta sensorial reducida o falta de respuesta a los estímulos. Por ejemplo, cuando damos una palmada al lado del niño y no hay respuesta (no mira, ni se gira para buscar el sonido)
- Hiperreactividad: Implica una respuesta sensorial alta a los estímulos. Estos niños pueden sentirse abrumados o molestos por estímulos que otras personas pueden tolerar fácilmente. Por ejemplo, niños que lloran o gritan con ruidos como la aspiradora, un vehículo, secador, ladridos de un perro, etc.
- Dificultades sensoriomotoras: están relacionadas con la integración de la información sensorial y el control motor. Este término se refiere a desafíos en la coordinación de las habilidades motoras por la información sensorial que el cuerpo recibe del entorno. Por ejemplo, coger o esquivar una pelota que le han pasado, caminar por un bordillo, o mantenerse sentado en las comidas, entre otros.
De esta forma, podemos encontrarnos con niños muy movidos, incapaces de prestar atención o que están constantemente pendientes de todo lo que sucede a su alrededor. Niños, que desde la visión de los adultos, pueden parecer dictatoriales, vagos, maleducados o inquietos, pero que no son más que la cara visible de las dificultades de procesamiento sensorial.
¿Cómo se trabajan las dificultades en integración sensorial?
El terapeuta ocupacional, especializado en este enfoque, es el profesional que debe llevar a cabo esta intervención. El juego es la herramienta principal en las sesiones de terapia ocupacional. A partir de la motivación interna del niño se le ofrecen al niño nuevas experiencias sensoriomotoras que fomenten su procesamiento sensorial. A través de juegos que supongan un reto justo adaptados a las habilidades del niño, fomentaremos la creación de nuevas conexiones neuronales que mejoran el procesamiento de la información y las consecuentes respuestas.